miércoles, 29 de agosto de 2012

Supercampeón

Supercampeón










El Madrid se sacude un fantasma. No por ganar al Barça. Que ya sabía. Sino por hacerlo con un meneo futbolístico de salida que cada uno de los protagonistas en esta cita tardarán en olvidar. Higuaín y Cristiano remontaron el resultado de la ida con una lección ofensiva. Si sus zarpazos no terminaron de descomponer a un Barça menor fue porque reculó víctima de sus temores y porque Valdés decidió recordarle al mundo que aunque a veces canta, muchas veces luce. Con este resultado el equipo de Mourinho da carpetazo a su mini crisis, recuerda que el balón no es monopolio del enemigo y cierra una herida que se abrió con el inicio de la Liga. El Madrid ya ha ganado más Clásicos que el Barça (88-87). No es cualquier cosa.


El primer tiempo del Madrid fue soberbio. Para enmarcar. Zarandeó al Barça siempre que quiso con una actitud que muchos demandaban en el Bernabéu para estos duelos y que Mourinho desconocía. Él pensaba que no se podía ir de cara y siempre había competido de costado. Sus jugadores demostraron que se equivoca. Pueden ir a la pelea con sus armas. El Madrid venía con la inercia positiva heredada de la ida por aquel ridículo fallo de Valdés y dio rienda suelta a su exhibición de mordiente hasta que remontó. El Barça sufrió el primer rayo de la tormenta antes de empezar el partido. Puyol no podía arriesgar y Alves se lesionó en el calentamiento. Tito tuvo que retocar la pizarra y pareció enloquecer en el intento. Concedió espacios al Madrid, construyó bandas sin ardor defensivo y sufrió un repaso inicial que será recordado. La intensidad marcó la diferencia. Menos mal que el caos se maquilló con el amor propio de Messi.
Dos goles que pudieron ser cinco
Higuaín hizo el primer tanto del Madrid gracias a un patadón a seguir de Pepe y a una cantada de Mascherano propia de un juvenil. El 'Pipita' fusiló a placer a Valdés. Sin embargo, el argentino será recordado en este partido por no haber sentenciado a tiempo en busca de una manita añorada. Tuvo otras tres balas que desaprovechó. Estos días nunca vuelven. Dos al muñeco y una al palo. El Barça andaba a esa hora aturdido. Sin norte ni solución. Sin saber cómo uno resucita. Sin recordar cómo afronta una situación similar. El Madrid se le colaba por todas las rendijas. Y donde antes estaba Guardiola desgallitado para arrojar algo de luz, ahora esperaba Tito algo desbordado. Montoya fue su aportación.
Cristiano aprovechó la confusión para poner la eliminatoria viento en popa. Otro fallo garrafal de la defensa, esta vez de Piqué, sirvió para que el portugués se llevara un balón dividido en tierra de nadie de espuela. Su carrera, endiablada, se frenó por un control irregular. Al delantero no le bastó con haber sacado petróleo y mejoró su acción con un misil que se coló bajo el brazo del portero. Humano aunque no lo parezca. 2-0. El Bernabéu ardía. Y Valdés se quemaba.
Más madera
Parecía que nada peor le podía suceder al Barça. En un rato de eliminatoria pasó del 4-1 en el Camp Nou a ver la Supercopa en el horizonte. Pero ya se sabe, las noticias malas nunca vienen solas. Adriano trabó desesperado a Cristiano siendo último jugador y dejó a su equipo con diez. El Madrid estaba crecido. Rabioso. Quería cobrarse mil afrentas de antaño y se lanzó a machacar a su eterno rival. Pudo hacerlo de nuevo de la mano de Higuaín. Y hasta de Khedira. Pero no supo. Quizás la falta de costumbre ante su pesadilla. Puede que también porque ta acusaba tanta agitación. El Barça, por el contrario, intentaba llevar a cabo el único plan que contempla. Dominar. Buscar la superioridad con el balón aunque su inferioridad numérica fuera manifiesta. Así, cosas del fútbol, encontró un respiro. Iniesta cruzó demasiado. Y así encontró por fin a Messi. A un minuto del descanso. Fue a balón parado. Otra aparición estelar. Diana. Golazo. De nuevo había eliminatoria.

El descanso frenó la sangría del Barça y la valentía del Madrid. En la reanudación volvieron dos equipos diferentes. El Madrid se echó atrás enojando al respetable y el Barça comenzó a adquirir seguridad a medida que crecía su porcentaje de posesión. Por eso el equipo de Mou sólo llegó hasta Valdés con las intermitencias, mientras que el Barça pudo poner el partido patas arriba con dos flechazos de Pedro y un aviso más de Jordi Alba. Casillas, como Valdés enfrente, era decisivo.

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