sábado, 3 de diciembre de 2011

El Madrid llega al Clásico al galope

Sporting-Real MadridEl Real Madrid pasó por Gijón sin Xabi Alonso y con Coentrao en el lateral derecho, una metáfora de lo que es este equipo, al que nada parece alterarle, ni los rivales ni sus propias alineaciones. Todo lo superó el Madrid, un conjunto tan sólido como práctico, que sin ofrecer un juego vistoso mandó de principio a fin a un Sporting sin fútbol ni iniciativa, y se presentará en el Clásico contra el Barcelona como líder sólido de la Liga y 14 victorias consecutivas. Lo que ahí suceda ya será otra historia que, probablemente, nada tendrá que ver con lo ocurrido hasta ahora. En ningún encuentro tienen menos peso los antecedentes inmediatos que en un Madrid-Barcelona.
Sobresalió por encima de todas la figura de Di María, goleador y asistente, desatascador en momentos de confusión. Marcó el primer gol y asistió en el segundo a Cristiano. El argentino desequilibra cuando galopa por la banda, pero destroza defensas cuando se va al centro y se lanza a dibujar pases a sus compañeros. La obra la completó Marcelo, que puso la firma a su buen encuentro con un golazo en el tiempo añadido. Todo ello lo vio sentado en el banquillo Sahin, que el día que faltó Xabi Alonso no jugó un solo minuto.
El encuentro de Gijón dejó varios mensajes. El más evidente, que Mourinho considera innegociable la pareja de centrales formada por Pepe y Sergio Ramos. Y como consecuencia, que el Madrid se ha creado un problema en el lateral derecho. Descartado Ramos por Mourinho para ese puesto y lesionado Arbeloa, todo el que ocupe esa posición será un actor invitado. Si antes fueron Lass y Albiol, esta vez le tocó al portugués Coentrao, un lateral izquierdo fichado a precio de estrella y al que Mourinho trata de buscar un hueco en el equipo en varias posiciones menos en la suya. Porque Marcelo es mejor lateral que él. Junto a Di María, Coentrao formó una banda derecha totalmente de izquierdas. El portugués apenas se vio exigido en defensa y su aportación fue totalmente intrascendente.
El segundo mensaje ya se sabía, pero conviene insistir en él. Sin Xabi Alonso, las dificultades del Madrid para elaborar fútbol se hacen casi insuperables. El balón circula con menos fluidez y pasa más tiempo por la bandas que por el centro. Ahí, Marcelo gana protagonismo y peso en las maniobras ofensivas. Sus carreras por el lateral subiendo la pelota fueron frecuentes. Cuanto más se traslada el balón, menos espacio hay para la sorpresa.
Lass apareció como mediocentro, en lugar del sancionado Xabi Alonso, la brújula del Madrid. Formó pareja con Khedira, un dúo que dio equilibrio y estabilidad, pero con evidentes dificultades para construir y elaborar. Son futbolistas demasiado planos y previsibles y convierten en eso el juego del Madrid, en maniobras repetitivas que apenas sorprenden. Ningún cambio de juego nació de los mediocentros. Sin Xabi Alonso, sólo Sergio Ramos se atreve con esas maniobras.
No obstante, con lo que presentó en El Molinón, al Madrid le bastó para controlar el balón y el partido desde el inicio, por iniciativa propia y por convencimiento del Sporting, que se recogió en su propio campo, sin proponer más fútbol que intentar encontrarse con un contragolpe casual. Si embargo, el dominio absoluto del Madrid apenas se tradujo en dos ocasiones antes de pasar por los vestuarios. En la primera, a un buen disparo de Di María respondió con una parada todavía mejor Juan Pablo. En la segunda, Di María apareció por la derecha para marcar y dejar en evidencia a Damián y Juan Pablo. Le robó el balón en el lateral del área a Damián, que en una acción irresponsable intentó regatear al argentino, quien encaró a Juan Pablo y le batió con sutileza por el primer palo cuando el portero esperaba un pase. Se espabiló algo el Sporting con el gol de Di María, insuficiente para inquietar al Madrid y para creerse que su destino no estaba ya marcado.
El juego se espesó todavía más después de pasar por los vestuarios y el partido se convirtió en un cuerpo a cuerpo, en una disputa física más que futbolística. Era un día en el que no había espacio para la literatura. El Sporting adelantó algo sus líneas y mostró más atrevimiento. El Madrid pensó que el orden y la disciplina táctica le bastarían para contener al Sporting, y no se equivocó. En ataque buscó la sentencia al galope, con un pelotazo para explotar la velocidad de a Di María, Cristiano o Higuaín. Y ahí encontró el segundo gol, en un balón a Di María, que apareció por el centro y se inventó una asistencia, otra más, a Cristiano, que eludió a Juan Pablo antes de marcar. Con ese gol, Cristiano justificó su discreta presencia en el partido.

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